Reflexión sobre el favoritismo y sus consecuencias
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Reflexión: El favoritismo
¿Qué dice la Biblia sobre el favoritismo?
RESPUESTA
El favoritismo es la preferencia o el prejuicio. Mostrar favoritismo es dar preferencia a una persona por encima de otras con los mismos derechos. Es parecido a la discriminación y se puede basar en condiciones como la clase social, la posición económica, la ropa, las acciones, etc.
La Biblia es muy clara al decir que el favoritismo no forma parte de la voluntad de Dios para nuestras vidas. Primero, el favoritismo no concuerda con el carácter de Dios: "no hay acepción de personas para con Dios" (Romanos 2:11). Todos son iguales ante Él. Efesios 6:9 - TLA dice: "Él no tiene favoritos". Colosenses 3:25 nos enseña que Dios es justo al juzgar: "todo el que haga lo malo será castigado, según lo que haya hecho, porque Dios no tiene favoritos".
En segundo lugar, la Biblia enseña que los cristianos no deben mostrar favoritismo: "Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas" (Santiago 2:1). El contexto está relacionado con el trato de los ricos y los pobres en la iglesia. Santiago afirma que es un error tratar a alguien de forma diferente según su situación económica o su forma de vestir.
El Antiguo Testamento da una instrucción parecida con respecto al favoritismo. Levítico 19:15 enseña: "No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo". Éxodo 23:3 manda también: "ni al pobre distinguirás en su causa". La justicia tiene que ser ciega, y tanto los ricos como los pobres deben ser tratados por igual ante la ley.
En tercer lugar, la Biblia considera el favoritismo como un pecado: "Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores" (Santiago 2:8-9). El favoritismo es una ofensa grave contra el mandato de Dios de amar al prójimo como a uno mismo.
En cuarto lugar, los líderes de la iglesia están obligados a no mostrar favoritismo. Pablo le ordenó a Timoteo, un líder joven de la iglesia, "Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad" (1 Timoteo 5:21).
Quinto, es muy difícil evitar el favoritismo. Hasta los seguidores más cercanos de Cristo lucharon contra los prejuicios hacia personas diferentes a ellos. Cuando el apóstol Pedro fue llamado por primera vez a ministrar a personas no judías, se mostró reacio. Después admitió: "En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hechos 10:34-35). Que Santiago se refiera específicamente al pecado del favoritismo, significa que éste era un problema común en la iglesia primitiva.
El favoritismo sigue siendo un problema con el que luchamos. El favoritismo y la parcialidad no provienen de Dios, y los cristianos están llamados a amar. Como humanos, acostumbramos a juzgar en base a criterios egoístas y personales, en vez de ver a los demás como los ve Dios. Ojalá crezcamos en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y sigamos Su ejemplo de tratar a todas las personas con el amor de Dios (Juan 3:16).
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